“¡Gradín, trompo, émbolo, música, bisturí, tirabuzón!”
(Parra del Riego, Polirrítmico dinámico a Gradín, jugador de footbal)
para hablar de fútbol no sólo hay que haber visto un partido memorable, sino haber jugado un partido memorable. esta mañana puedo jactarme de las dos cosas. el fútbol y el ajedrez (si es de estrellas mucho mejor), tienen el mismo sentido de guerra inteligente, no la guerrita de la que me salgo más abajo. tres goles he visto maravillosos, el que escuché en la radio, consabido de maradona a los ingleses en el estadio azteca de méxico 86, el de roque santacruz en un partido de olimpia contra no sé quien en el estadio defensores del chaco de asunción creo que era, o la olla azulgrana de barrio obrero, o sea el estadio del club cerro porteño de asunción, el día que rumenigge vino a verlo jugar para resolver su compra y el de messi a no sé que equipo en no sé qué cancha de españa
el del diego me llegó a través de la voz de la radio
el de roque lo pude ver en vivo y en directo
el de messi lo ví ochocientas veces en un programejo animado que se llama VXV en internet y desde todos los ángulos
una cosa en común tienen estos tres goles, en todos los casos el jugador comenzó la acción lentamente en su propio campo, unos metros antes de la línea de la mitad de la cancha, recostado sobre la derecha y fue encarando y dejando atrás a los rivales sobre una imaginaria línea oblicua que se iba volcando a la izquierda
el diego tenía 25 años cuando lo hizo
roque tenía 17 años cuando facturó maestramente
messi tenía 20 años cuando convirtió su maravilla
entre el momento del inicio de la jugada y el impacto en la red: los firuletes, las piruetas, los amagues, los oléééé, pero sobre todo otra sensación común: la sensación de inevitabilidad que al momento de arrancar las jugadas quedaba flotando en el aire. algo así como un hada que desciende y dice, este es el momento, no hay más nada que hacer
como en el ajedrez (si es de estrellas mejor), en el momento en que te distraés, chau, no queda más que esperar la estúpida distracción del adversario o el mate definitivo que llegará inevitablemente
y luis bravo sigue gritando su gol en el patio de los naranjos,
aún lo recuerdo, 1989
un gol, tres goles, miles de goles